Capítulo 25: Conexiones desde el ciberespacio, Parte 3
>> miércoles, 15 de abril de 2009
“¿Está doña Marucha?,” preguntó el Bigotes a la guapa y poco ataviada muchacha que atendía detrás del mostrador del hotel.
“Hasta la pregunta ofende, mi Bigotes, está en la oficina organizando quien sabe cuánta cosa. ¿Y esos?”
“No te preocupes, no la traigo a hacerte la competencia. Es una amiga y ese es su galán. Creo que lo vas a ver seguido por estos lares.”
“No tiene pinta de ser uno de los asiduos como tú, mi Bigotes.”
“Pues tendrás que enseñarle como serlo, mi Daisy. Pero en este momento anda acompañado. ¿Pa’ que quieres que la mujercita esta se le ponga celosa?”
El Bigotes continuó su camino sin esperar que el Dedos o la Ratona intervinieran y abrió la puerta donde estaba la oficina de la Marucha dando paso a una fuerte oleada de perfume.
“Hola, Maruchita, ya te traje al cuate del que te hablé.”
“Hola, mi Bigotitos,” saludó la mujer levantándose del escritorio y plantando sendos besos a todos los recién llegados para sorpresa del Dedos quien no sabía ni lo que le estaba sucediendo.
“No les dije que era toda una dama. ¿Quién en sus vidas los ha saludado con tanta efusividad y con besos tan encantadores?,” se jactó el Bigotes, “este es el Dedos y ella es su vieja, la Ratona.”
“¡Ya te dije que no soy vieja de nadie!,” estalló la señalada.
“¡Eso, así se habla! Ya basta de esos cabrones que quieren apropiarse de nosotras y nuestras vidas. La mayoría de ellos no sirven ni para un buen sexo. Todo se les tiene que enseñar. ¿Si vieras que trabajo me costó para que mi Bigotitos se convirtiera en buen amante? ¡Pero saliendo de aquí, bien educadito y todo, en la calle luego luego me lo vuelven echar a perder!”
“Ta bueno, pues, nomás decía.”
“Pues te voy a empezar a lavar la boca con jabón para que no andes diciendo. Vengan,” se dirigió al Dedos y a la Ratona, “se merecen que les dé un tour para que sepan que estamos haciendo. De seguro que el Bigotes no les dijo ni pio.”
EL cuarteto salió de la oficina y la Marucha se encaminó hacia las escaleras.
“Si quieres quedarte un rato con la Daisy, hoy no ha tenido con quien y tiene ganas, ya sabes que nuestra filosofía es un orgasmo al día, o el día está perdido,” le dijo al Bigotes sin esforzarse de ocultar que lo estaba ordenando, “yo me hago cargo de estos dos. ¡Vengan!, que lo interesante no está acá abajo sino arriba en el tercer piso.”
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