Capítulo 25: Conexiones desde el ciberespacio, Parte 4
>> miércoles, 15 de abril de 2009
“Por experiencia propia sé que muchas cosas se comprenden con la vista,” retomó la Marucha una vez que llegaron al tercer piso del hotel, “¡qué sería de nosotras si tratáramos de atraer clientes sin exhibirnos! Si estuviéramos envueltas en burkas como las musulmanas, pobrecillas. Lo que yo, nosotras, estamos haciendo es la replacenterización de la sociedad y todo comienza aquí, en este cuarto que es nuestra iglesia. Aquí adentro es donde nos inspiramos y donde rezamos.”
Dicho esto, la Marucha les abrió una puerta que, a diferencia de las puertas restantes del hotel, contaba con un tallado de finísima manufactura. El Dedos dedujo que debió haber sido hecha en alguna parte de Asia y que con toda probabilidad era de sándalo. Una vez abierta la puerta, Marucha les cedió el paso para que la Ratona y el Dedos entraran primero.
Lo que vieron los dos jóvenes los dejó estupefactos. En el centro de la habitación estaba una gigantesca cama, la más grande que hubieran visto jamás, totalmente cubierta con pétalos secos y frescos de flores. A ambos lados de la cama, las paredes estaban cubiertas completamente con espejos y el fondo de la habitación estaba cubierto con cientos de imágenes y esculturas que representaban la sexualidad humana en todas sus facetas, desde las del acto sexual mismo, pasando por las representaciones genitales de ambos sexos, por las concepciones de la fertilidad hasta llegar a dioses con sus falos erectos y diosas con sus vaginas abiertas. La pieza central era un cuadro de arte cibernético que se llamaba "¡Y si Atlas fuera mujer!". Mostraba a una mujer desnuda cargando a la Tierra en sus hombros.
La Marucha les indicó a que pasaran hacia el retablo de imágenes y esculturas y se tomaran todo el tiempo que quisieran para apreciar lo expuesto.
Ambos jóvenes contemplaron todo ello fascinados. Estaban asombrados por la variedad, el rango del tiempo histórico que la Marucha había logrado exponer.
“Los seres humanos somos muy sencillos,” continuó la Marucha, “en realidad solo hay tres cosas que nos mueven, que nos mueven de a de veras. La comida, el dinero y el sexo. Nosotras, por razones profesionales estamos bien involucradas en éste último aspecto. Pero el sexo no es solo el sexo, es mucho más que eso. Es cultura, es relaciones humanas, es vida. Alguien alguna vez dijo que los políticos no van a hacer nada con el deterioro del ambiente hasta que no se den cuenta que se les están encogiendo los testículos, y es cierto. Los humanos solo hacemos algo cuando tenemos hambre o para no tener hambre, cuando algo nos cuesta nos movemos para que ya no cueste y bueno, cuando ya no podemos tener sexo a la mayoría se les acaba el mundo. Dios me ampare de que esto alguna vez me suceda.”
“Tienes razón,” comentó la Ratona, “aquí el Dedos se hizo famoso entre su gremio por un detalle sexual, ya luego te platicará, y si yo no me vistiera de minifalda y enseño la pierna a mis clientes no me comprarían ni un solo equipo. Hasta a las clientas les gusta luego que uno las ande seduciendo.”
“Entre nosotros, los hackers, hay un viejo chiste que dice que las computadoras solo se mejoran por cuatro razones: para tener satisfacer las urgencias sexuales, para los militares, para hacer dinero y para la seguridad, que no es otra cosa que garantizar que se pague por las tres cosas anteriores,” agregó el Dedos.
“Lo ven. El sexo no lo es todo, pero si es lo más importante junto con la comida y el dinero. En nuestra profesión tenemos la ventaja de que hemos logrado juntar dos de esas cosas. Eso siempre le ha dado envidia a la gente, sobre todo a los hombres que no ha descubierto las virtudes de tener sexo y ganar dinero al mismo tiempo. Los pocos que se atreven a hacerlo casi siempre andan disfrazados como una de nosotras y casi ni se nota la diferencia. Por eso en esta sociedad dominada por los hombres nosotras, las prostitutas siempre hemos tenido nuestras dificultades. Pero estamos haciendo cosas para que las cosas cambien. Hay miles en todo el mundo que lo están haciendo y estamos en contacto. Nos estamos organizando y cuando eso suceda va a estallar una bomba más grande que todas las revoluciones, más enorme que todos los arsenales nucleares, más significativa que la historia esa que platica la Biblia de que fuimos creados por un dios varón que ni siquiera le puso su semen al barro con el que formo a su Adán.”
La Marucha siguió su guía por el tercer piso donde había un espacioso comedor, una guardería, el consultorio médico y un dormitorio con varias camas que usaban aquellas que estaban enfermas, o que no tuvieran otro lugar a donde ir después de su trabajo. Otro recinto importante que había implementado la Marucha estaba inspirado en una tradición de los antiguos mexicanos y en su puerta estaba pintada una gran luna roja.
“En este cuarto nos retiramos y convivimos entre nosotras cuando estamos reglando. Antes trabajábamos incluso en esos días y tenemos las técnicas para que los clientes no se den cuenta. Pero aquí esto se acabó. Cada una de nosotras aporta una cierta cantidad para que todas tengamos un ingreso durante esos días y luego venimos aquí y hacemos cosas de mujeres. Chorchear, tejer, apapacharnos, en fin. Es muy intenso lo que sucede allí a dentro y muy importante para nosotras. No podríamos aguantar el ritmo sin esos desconectes. Pero la regla de la mujer es algo que tampoco no se respeta en nuestra sociedad. Quieren que seamos como los machos, que funcionan a todo lo que dan todos los días de su vida. Pero nosotras somos diferentes. El primer acto sexual que tiene que hacer la sociedad es respetar los ritmos del cuerpo de la mujer. Eso ya sería una mejora del tamaño del mundo.”
“¿Tienes algo que hacer hoy en la noche?,” preguntó espontáneamente el Dedos.
“Siempre tengo algo que hacer, pero también puedo hacer lo que tengo que hacer en cualquier otro momento.”
“Aunque todavía no me has dicho para que me quieres, ya se lo suficiente de ti para pedirte que conozcas a alguien esta noche. Y va a ser curioso. Porque yo tampoco no lo conozco todavía. Pero creo que el Bigotes me trajo aquí para que ustedes dos también se conocieran.”
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